El Panteón Central de Villahermosa, conocido como el “Panteón del Silencio”, es mucho más que un camposanto: es un espacio donde la historia, el arte y la memoria colectiva de Tabasco se entrelazan. Fundado en 1816, este sitio ha sido testigo del paso de generaciones enteras, resguardando los restos de músicos, políticos, cronistas y ciudadanos que dejaron huella en la identidad tabasqueña.
A lo largo de sus cuatro hectáreas y media, descansan cerca de 14 mil bóvedas que guardan no sólo cuerpos, relatos de amor, tragedia, fe y ciencia. El cementerio se divide en secciones inspiradas en antiguas costumbres indígenas, donde los difuntos eran sepultados según su edad o causa de muerte, reflejando un respeto ancestral hacia el ciclo de la vida.
Entre los nombres más reconocidos que reposan aquí se encuentra Francisco José Hernández Mandujano, “Chico Ché”, el inolvidable músico que puso a México a bailar con su ritmo tropical en los años setenta. Descansan el científico José Narciso Rovirosa, el cronista Atírsipe Figueroa, el obispo Leonardo Castellanos —venerado por su labor humanitaria durante la fiebre amarilla— y la maestra Rosario María Gutiérrez Eskilsen, pionera en la educación femenina.
Cada tumba tiene una historia que contar una de las más enigmáticas es la de Josefina Pannier, una joven de 16 años que, según la leyenda se suicidó por amor en 1884. Su sepulcro, adornado con una paloma tallada en mármol se ha convertido en símbolo del amor trágico y la fragilidad de la vida.
Las tumbas más antiguas, algunas del siglo XIX, reflejan el esplendor artístico del Porfiriato con mausoleos de mármol y estructuras neoclásicas que hoy son consideradas patrimonio histórico por el INAH. La capilla de la familia Jamet, por ejemplo, es uno de los monumentos más fotografiados por su arquitectura y su significado cultural.
Durante el Día de Muertos, el Panteón Central cobra vida , sus pasillos se llenan de flores de cempasúchil, veladoras y música, mientras las familias visitan a sus seres queridos con ofrendas y rezos. Es un momento donde la nostalgia se mezcla con la alegría de recordar, reafirmando la fuerte conexión del pueblo tabasqueño con sus raíces y su espiritualidad.
A más de 200 años de su fundación, este cementerio sigue siendo un reflejo del alma de Villahermosa: un lugar donde las historias nunca mueren, y donde cada lápida guarda un pedazo de la historia de Tabasco.
