A sus cortos 22 años, Héctor Díaz Morales demostró que el impacto de una vida no se mide en años, sino en actos. Quienes lo conocieron lo describen como un joven alegre, solidario, siempre dispuesto a ayudar. Y eso fue exactamente lo que hizo: ayudar, aún después de su muerte.
Antes de fallecer, Héctor era voluntario activo en causas sociales conmovido por la realidad de personas en situación vulnerable, salía a las calles para repartir comida a personas sin hogar o con carencias extremas. Lo hacía sin cámaras, sin buscar reconocimiento su única motivación era el deseo de ver sonrisas en los rostros de quienes lo necesitaban.
Ingresó al Hospital Regional de Alta Especialidad “Dr. Gustavo A. Rovirosa”, donde lamentablemente perdió la vida. Conforme al protocolo médico, sus órganos fueron procurados por un equipo especializado y destinados a pacientes que esperaban con urgencia un trasplante.


Una comunidad conmovida por su ejemplo
En redes sociales las muestras de afecto y admiración no se hicieron esperar. Amigos, conocidos y hasta personas que lo seguían de lejos inundaron las plataformas con mensajes de despedida. En México, más de 23 mil personas esperan un trasplante para seguir viviendo.
Aunque su partida deja un vacío profundo, su legado florece todos los días en los cuerpos de quienes ahora pueden respirar, ver o vivir sin máquinas gracias a su generosidad. Fue un joven con sueños, con metas pero sobre todo, con un corazón dispuesto a darlo todo, incluso cuando ya no estaría aquí para verlo.




