Entre los paisajes modernos de la capital tabasqueña, donde el concreto y el tráfico marcan el ritmo de la ciudad, se alza una obra que detiene el tiempo y conecta a los ciudadanos con sus raíces más profundas: La Gran Ceiba, el emblemático mural pintado sobre el tanque elevado de la colonia Tabasco 2000, justo en Paseo Usumacinta.
Visible desde distintos ángulos de Villahermosa, esta pieza artística no es solo una intervención urbana es un símbolo de identidad cultural, un homenaje visual a la cosmovisión indígena yokot’an, y una expresión viva del arte público como medio de transformación social. La obra original de Eleazar Hernández Arias, artista plástico chontal de Villa Tamulté de las Sabanas, fue concebida en 2007 y desde entonces se ha convertido en un punto de referencia espiritual y artístico para propios y visitantes.
La ceiba: Más que un árbol, un portal al mundo espiritual
Para muchas culturas mesoamericanas particularmente la maya y la olmeca, la ceiba (ya’axché) no es solo un árbol. Es un símbolo sagrado que representa el eje del universo: sus raíces se hunden en el inframundo, su tronco conecta con la tierra y sus ramas alcanzan el cielo es un árbol que comunica planos, tiempos y destinos.
En el imaginario yokot’an este árbol también es guardián, protector del alma colectiva, y presencia viva de los ancestros. Por eso cuando Hernández Arias eligió la ceiba como motivo central de su mural, lo hizo con la convicción de llevar al centro de la ciudad el corazón espiritual de su pueblo.
Un mural que nació del pueblo y regresa a él
Con ayuda de jóvenes universitarios y el respaldo de artistas locales, la obra fue pintada por primera vez hace más de 15 años. Sin embargo el paso del tiempo y el clima húmedo de la región afectaron su colorido original fue gracias a un nuevo esfuerzo colectivo pintura especial traída desde Monterrey y el compromiso del propio autor que La Gran Ceiba volvió a recuperar su esplendor.
Este proceso de restauración no solo implicó retoques técnicos. Fue también un acto de reafirmación cultural, un mensaje de que el arte hecho en Tabasco por manos tabasqueñas tiene permanencia, fuerza y propósito.
Arte que transforma el entorno
El impacto de La Gran Ceiba va más allá del paisaje urbano en una ciudad marcada por el crecimiento acelerado y la transformación constante este mural ofrece un momento de pausa, contemplación y pertenencia. Su presencia inspira orgullo, educa a las nuevas generaciones sobre la riqueza simbólica de su cultura, y demuestra que el espacio público también puede ser un lienzo para contar historias.
Además se ha convertido en un punto fotográfico y turístico incluido en recorridos culturales de escuelas, colectivos de arte y visitantes que buscan conocer una Villahermosa distinta: una que honra sus orígenes a través del color y la memoria visual.
Hoy más que nunca, representa una metáfora poderosa: en medio de los retos urbanos, la cultura florece; en medio de la rutina, el arte encuentra su espacio; y en medio del olvido, la memoria indígena se levanta alta, visible y orgullosa.
Villahermosa tiene en este mural no solo una obra monumental, una guía espiritual que recuerda a sus habitantes de dónde vienen, qué los conecta con la tierra y qué los hace únicos en México y el mundo.




