La medianoche del 31 de diciembre no solo marca el fin de un ciclo en Tabasco, enciende fuego a una de las tradiciones más arraigadas del sureste mexicano: la quema del Año Viejo, un ritual simbólico que representa dejar atrás lo negativo para abrir paso a 12 meses llenos de esperanza, salud y prosperidad.


Desde tempranas horas en colonias, mercados y puntos populares de Villahermosa, los puestos dejan atrás las piñatas navideñas para dar paso a los muñecos de Año Viejo, elaborados con cartón, papel, retazos de tela y un rostro de anciano que simboliza el año que se va. Cada figura del tamaño de una persona real, viste pantalón, camisa y hasta zapatos, representando la última caminata del tiempo que se despide.
Los vendedores locales reportan que esta tradición no solo se conserva, cada año toma fuerza, algunas familias optan por comprar los monigotes en la calle, mientras otras mantienen el toque sentimental de elaborarlos en casa, heredando el ritual de generación en generación. Para muchos fabricarlo juntos forma parte de la despedida simbólica del ciclo que concluye.
A lo largo de los años, la costumbre ha evolucionado aunque antes los muñecos eran rellenados con pirotecnia, hoy la mayoría se elaboran sin material explosivo, atendiendo disposiciones de seguridad. Sin embargo, el espíritu festivo continúa siendo el mismo: quemar al “viejo” para que se lleve consigo lo malo del año.
La figura clásica del anciano, se populariza la creación de muñecos que satirizan a personajes conocidos, figuras públicas y hasta políticos relevantes del año. Un toque de humor popular que entre risas y fuego, convierte el cierre de año en catarsis colectiva.
La noche del 31 se convierte en un espectáculo popular donde las calles se iluminan por el fuego de cientos de muñecos. Para muchas familias, no se trata solo de quemar un objeto, un ritual espiritual que simboliza soltar preocupaciones, tristezas, enfermedades y malas rachas. La quema abre la puerta a un año nuevo que se recibe con esperanza, abrazos, música y un sentimiento compartido de renovación.
Con la caída de la noche los muñecos se alinean en banquetas, patios, callejones y plazas algunos se acompañan con cohetes alrededor, otros con veladoras y rezos; unos con fiestas, otros en silencio. Lo que no cambia es que al llegar la medianoche el estado entero prende fuego al pasado.
Cuando el fuego termina, solo quedan cenizas y sonrisas. Para los tabasqueños esas cenizas no simbolizan destrucción, renacimiento, un acto de fe popular en que lo malo se transforma en luz para el año que comienza.
Así, mientras el reloj marca las 12 y el cielo del sur se ilumina con chispas, no solo despide un año: renueva su identidad, fortalece su cultura y mantiene viva una tradición que año tras año, arde con más fuerza en el corazón de sus habitantes.


