En el vasto universo del cine mexicano existen películas que trascienden generaciones por su profundidad simbólica y su impacto visual. Una de ellas es “Macario” (1960), dirigida por Roberto Gavaldón e inspirada en el relato de B. Traven. Esta cinta considerada una obra maestra del realismo mágico, cuenta con la destacada participación del actor José Dupeyrón, un intérprete de raíces tabasqueñas cuya presencia marcó una de las escenas más memorables del cine nacional.
José Dupeyrón nació el 10 de noviembre de 1922 ,aunque su familia tenía vínculos con el estado de Tabasco, lo que le otorgó un profundo sentido de pertenencia al sur del país. Desde joven mostró interés por las artes escénicas, lo que lo llevó a convertirse en uno de los rostros más reconocidos del cine y la televisión durante las décadas de los cincuenta y sesenta.
Su carrera artística fue extensa y variada. Participó en cintas de gran relevancia como “Cazadores de espías” (1969), “La hora del jaguar” (1978), “Chicoasén” (1980), “La máscara de Jade”, “El ataúd viviente” y “El terror de la frontera”. En cada producción demostró su versatilidad interpretativa, consolidándose como un actor de carácter, capaz de transmitir emociones profundas con una sola mirada.
Sin embargo su papel más recordado sigue siendo el del fabricante de velas en “Macario”, un personaje aparentemente sencillo, pero cargado de un simbolismo inmenso. En la escena donde aparece, las velas representan la vida y la muerte, elementos centrales del argumento. Cada vela encendida es la existencia de una persona, y cuando la llama se extingue, lo hace la vida.
Esta metáfora visual se convierte en el corazón de la película, pues refleja la dualidad de la existencia humana: el deseo de vivir y el inevitable destino de morir. Macario, el protagonista interpretado magistralmente por Ignacio López Tarso, observa estas velas y comprende la fragilidad del alma y la imposibilidad de escapar de la muerte. Con su interpretación sobria y precisa, logra dotar a su personaje de una profundidad que trasciende las palabras.
“Macario” fue la primera película mexicana nominada al Óscar como Mejor Película Extranjera y fue seleccionada para competir en el Festival de Cine de Cannes. Su éxito no solo radicó en la historia, el impecable trabajo de su elenco, en el que Dupeyrón aportó una presencia determinante su escena, breve pero poderosa se convirtió en una de las más recordadas del cine mexicano por su carga poética y filosófica.
Además de su trabajo en el cine, participó en diversas producciones televisivas consolidándose como un actor de gran oficio y profesionalismo. Su estilo interpretativo estaba marcado por una mezcla de disciplina teatral y naturalidad cinematográfica, algo que lo distinguió entre sus contemporáneos.
Estuvo casado con la también actriz Elizabeth Unda, con quien compartió parte de su trayectoria artística y una vida dedicada a la actuación. Juntos fueron parte de una generación de artistas que ayudaron a consolidar la época dorada del cine mexicano, aportando talento, sensibilidad y una visión profundamente humana del arte.
El actor falleció el 20 de mayo de 2001 en la Ciudad de México, dejando un legado que continúa siendo recordado por críticos, historiadores y amantes del séptimo arte. Su paso por el cine fue discreto pero sólido, y su participación en “Macario” bastó para inscribir su nombre entre los intérpretes más memorables del país.
Cada temporada navideña y de Día de Muertos, vuelve a transmitirse en televisión, despertando en el público una mezcla de nostalgia y reflexión. La historia del leñador que desea comerse un guajolote sin compartirlo se ha convertido en una parábola sobre la ambición, la humildad y la inevitabilidad de la muerte. En cada proyección, la figura del fabricante de velas revive iluminando la pantalla como símbolo de la vida que se apaga y renace.
José Dupeyrón representa esa luz discreta pero constante que caracteriza a muchos artistas del cine mexicano clásico. Su trabajo sigue siendo ejemplo de dedicación, talento y sensibilidad. En la historia de su personaje no solo fabrica velas, fabrica también la metáfora que sostiene la esencia del filme.
Hoy, más de seis décadas después del estreno de la obra sigue siendo un referente cultural y espiritual para los mexicanos. En ella, el mensaje perdura: las velas que simbolizan la vida continúan encendidas, recordándonos que el arte tiene el poder de iluminar incluso en la oscuridad más profunda.





