El Chongo Tabasqueño es una joya gastronómica del sureste mexicano que ha trascendido generaciones como emblema de la dulce tradición de Tabasco. Este postre considerado patrimonio culinario de la región combina la suavidad del pan remojado en almíbar con la cremosidad del queso y la delicadeza del merengue creando una experiencia sensorial que cautiva desde el primer bocado.
Historia y tradición
Originario de las cocinas tradicionales tabasqueñas, el Chongo surgió como una ingeniosa forma de aprovechar el pan del día anterior. Con el paso del tiempo se transformó en un platillo festivo imprescindible en celebraciones familiares donde cada hogar guarda celosamente su receta con pequeñas variaciones que la hacen única.
La receta perfecta del auténtico Chongo Tabasqueño
Ingredientes:
- Panetela en rebanadas o pan dulce (puedes hacerlo casero)
- 1 barra de mantequilla (90 gramos)
- 1/2 kilo de queso patagrás rallado
- 10 huevos separados (yemas y claras)
- 1/2 kilo de azúcar blanca para el almíbar
- 750 ml de agua
- 100 ml de brandy de tu preferencia
Para el merengue:
- 1/2 kilo de azúcar
- Las claras reservadas
- 1 taza de agua
- Jugo de un limón
Preparación:
- El almíbar: Cocina el azúcar con el agua hasta obtener un almíbar espeso. Deja enfriar.
- La crema: Bate las yemas e incorpóralas al almíbar frío, calienta nuevamente sin llegar a hervir moviendo constantemente. Una vez listo deja enfriar y agrega el brandy.
- El armado: Engrasa un refractario con mantequilla coloca una capa de panetela o pan, baña generosamente con el almíbar y espolvorea queso patagrás rallado. Repite el proceso terminando con una capa de queso.
- El merengue: Prepara un almíbar a punto de bola suave con el azúcar, agua y limón. Bate las claras a punto de turrón e incorpora el almíbar caliente mientras continúas batiendo.
- Finalización: Cubre el postre con el merengue y hornea hasta que dore ligeramente deja enfriar antes de servir.
Representa la perfecta fusión de sabores y texturas: la dulzura del almíbar, la suavidad del pan, el toque salado del queso y la ligereza del merengue crean un contraste que explica su permanencia en la mesa mexicana por generaciones.