A escasos kilómetros del bullicioso centro de Villahermosa, entre la maleza y los vestigios de una antigua riqueza se alzan los muros derruidos de la que fuera una majestuosa residencia: la Casona de Sabina. Más que ruinas, ese lugar alberga uno de los relatos más persistentes del imaginario colectivo tabasqueño una leyenda urbana cargada de misterio, superstición y escalofriantes testimonios que siguen generando temor entre los habitantes de la zona.


Construida probablemente a inicios del siglo XX aunque algunos aseguran que ya existía desde finales del XIX, esta casona fue propiedad de José Matías León Vidal, un hombre enigmático que pocos recuerdan con claridad pero que muchos relacionan con fenómenos paranormales desde su muerte. La fecha de su nacimiento, un 24 de febrero de 1913, y la de su fallecimiento, el 27 del mismo mes en 1987, son solo el primer guiño a lo siniestro dicen los lugareños.
Un escenario digno del más oscuro relato
Hoy, lo que queda son paredes semicaídas de ladrillo, un viejo pozo, árboles retorcidos por el tiempo y un silencio que incomoda. Para llegar hay que cruzar un terreno lodoso, atravesar un pantano y un puente decrépito, bordeado por caballos que parecen observar con inquietante atención la atmósfera es pesada, húmeda, casi sobrenatural.
Quienes han osado internarse aseguran sentir presencias, cambios bruscos de temperatura y una extraña sensación de ser vigilados. Entre los relatos más conocidos destaca el de Don Genaro, nieto del antiguo dueño quien relata con detalles sobrecogedores lo vivido por su propia familia. “Mi hijo desapareció una tarde. Lo encontré encerrado en la casona, llorando, con las puertas cerradas por dentro y candados puestos por fuera. No habló por días, hasta que contó que unas manos lo arrastraban al interior”.
Las voces del pueblo: Miedo, respeto y advertencias
Los testimonios populares coinciden: la casona “no deja en paz” a quienes se acercan. Ruidos de puertas que se azotan, pasos sobre madera inexistente, mecedoras invisibles y un misterioso caballo negro que galopa al mediodía son parte del repertorio de fenómenos que se repiten una y otra vez.
Incluso hay quienes aseguran que un ente maligno habita el lugar y es responsable de desgracias que han afectado a Villahermosa: desde inundaciones hasta tragedias locales sin explicación aparente. Algunos como Don Genaro, cuentan que los animales evitan la zona y que los caminos desaparecen ante los ojos de los que intentan regresar.
Uno de los relatos más compartidos es el de cuatro jóvenes que entraron al lugar por curiosidad con botellas y linternas, buscando una noche de aventura. Lo que encontraron fue angustia: el sendero que los trajo hasta allí se desvaneció sólo tras rezar y pedir protección lograron salir horas después, pálidos y convencidos de no volver jamás.
Ecos recientes: ¿Ficción o realidad?
Aunque muchos creen que las leyendas son cosa del pasado, la Casona de Sabina sigue generando historias. Hace años una niña desapareció cerca del pozo que se encuentra junto a la casona fue hallada al día siguiente, desorientada, desnuda y en estado de shock no supo explicar cómo llegó allí.
Los habitantes del sector aseguran que las energías del lugar no han cesado, y que cada generación descubre a su manera, que algo en la casona está vivo… o al menos, no está del todo muerto.
Un patrimonio del miedo y la tradición oral
La leyenda ha trascendido las barreras del tiempo aunque las autoridades no reconocen oficialmente el sitio como patrimonio histórico ni turístico, su fama ha crecido gracias a los relatos populares, publicaciones digitales y narrativas orales que han dado forma a uno de los mitos más persistentes del estado.
El lugar se ha convertido sin proponérselo, en un punto de referencia para los amantes del turismo paranormal, exploradores urbanos y curiosos que buscan conectar con las raíces ocultas de lo inexplicable.
¿Te atreverías a visitarla?
A solo minutos de Plaza Altabrisa, la Casona de Sabina permanece en pie resguardando secretos que parecen resistirse a ser olvidados. Aquellos que han caminado entre sus ruinas lo saben: no se trata de una casa común de un fragmento de lo desconocido.





