En Tenosique, Tabasco, un árbol puede seguir contando historias incluso después de haber llegado al final de su ciclo de vida, la ceiba, considerada sagrada en muchas culturas mesoamericanas y símbolo de identidad local se ha transformado gracias al tallado artístico de los maestros Rubicel Parra y Lizardo Parra. Este tronco que alguna vez ofreció sombra, oxígeno y refugio a generaciones, ahora revive como una obra que honra su existencia y perpetúa su legado cultural.






La iniciativa se inspira en la Danza del Pochó, una tradición milenaria que refleja el ritmo, la energía y la espiritualidad de la comunidad Tenosiquense. Cada curva y figura esculpida en el tronco seco narra historias de vida, de resistencia y de memoria colectiva, convirtiendo la madera en un símbolo que conecta pasado y presente más que una simple obra de arte, este tallado es un tributo al árbol y un gesto de conciencia ecológica demostrando que la creatividad puede darle continuidad a la vida incluso cuando la naturaleza sigue su ciclo.
El proyecto ha generado diversas opiniones en redes sociales mientras algunos comentan que el árbol está seco y cuestionan la intervención, otros celebran que la tradición y la cultura puedan preservarse a través del arte. Los maestros Rubicel y Lizardo Parra compartieron la culminación de su trabajo en plataformas digitales, destacando que la intención es que esta obra sea un símbolo de orgullo.
Este acto artístico refleja un profundo respeto por la naturaleza, tallar un tronco semi-muerto no es destruirlo, perpetuar su esencia. Antes imponente y silenciosa, ahora habla a través de cada figura, evocando la memoria de quienes la rodearon y recordando la importancia de cuidar y valorar nuestros recursos naturales y culturales.
Además el proyecto tiene un valor educativo y social: invita a reflexionar sobre la relación entre los seres humanos y la naturaleza, sobre la importancia de las raíces culturales y sobre la manera en que las tradiciones pueden adaptarse y permanecer vigentes en la contemporaneidad. Aunque ya no florece, se convierte en un legado tangible que transmite historia, identidad y orgullo local.
La ceiba sigue viva, no en hojas ni raíces, en su mensaje su tronco tallado es un puente entre generaciones, un guardián de la memoria colectiva y un símbolo eterno de la riqueza cultural de la región. Este proyecto demuestra que la creatividad y la sensibilidad artística pueden transformar la vida y la muerte en permanencia, y que la identidad cultural de un pueblo puede renacer incluso en la madera de un árbol milenario.
Foto de portada: Jorge L Castillo




