El 29 de enero de 1824, Tabasco se unió a la naciente República Mexicana, convirtiéndose en uno de los primeros 14 estados del país.
Sin embargo, la historia de esta tierra no comienza con la independencia, sino miles de años antes, cuando fue cuna de algunas de las civilizaciones más influyentes de Mesoamérica.
Desde los olmecas, pasando por los mayas hasta los zoques, Tabasco ha sido un crisol de culturas que sentaron las bases de las grandes tradiciones que perdurarían por siglos.
La civilización olmeca, que floreció alrededor del 2,400 a.C., es considerada la primera gran cultura del continente americano.
Los olmecas no solo dejaron su huella a través de sus impresionantes cabezas colosales, sino que también influenciaron profundamente a otras culturas mesoamericanas que seguirían, como los mayas y los zapotecas.
Estos primeros pobladores de Tabasco nos dejaron un legado arqueológico invaluable, que se puede apreciar en diversos sitios como el Parque-Museo La Venta, un lugar emblemático donde los visitantes pueden maravillarse con los vestigios de una de las culturas más antiguas de América.
A lo largo de la historia, Tabasco ha jugado un papel crucial en el desarrollo de México, y su identidad sigue profundamente vinculada a estas antiguas civilizaciones. En este aniversario, más allá de las celebraciones por su estatus como estado, es una oportunidad para rendir homenaje a su rica herencia cultural y a los pueblos que, desde tiempos remotos, dejaron una marca indeleble en la historia del país.
Visitar La Venta en el presente es viajar al pasado, donde el majestuoso arte olmeca te espera. Las cabezas colosales que decoran el parque son solo una de las maravillas de este sitio, y una muestra tangible de la grandeza de una civilización que, a pesar de haber desaparecido, sigue viva en la memoria colectiva de los tabasqueños y de todos los mexicanos.
Este 29 de enero, mientras celebramos los 201 años de Tabasco como estado, es un buen momento para recordar que esta tierra no solo es parte de la historia moderna de México, sino también de las raíces más profundas de nuestra civilización.
