En el corazón de Tabasco, un utensilio humilde pero cargado de historia y significado perdura a través de los siglos: la jícara este recipiente elaborado con el fruto del árbol de jícaro (Crescentia alata), ha sido testigo de encuentros históricos y rituales sagrados y sigue siendo un símbolo de la rica herencia cultural de los pueblos yokot’an.

Un vaso con alma ancestral
La jícara conocida como «T’ub» en lengua yokot’an, ha servido desde tiempos prehispánicos para beber líquidos como chocolate, pozol y aguardiente. Se cree que incluso figuras históricas como Juan de Grijalva y Hernán Cortés pudieron haber bebido de estas jícaras durante sus encuentros con los señores de Tabasco hace más de 500 años.
El proceso de elaboración: Un ritual en sí mismo
La elaboración es un proceso artesanal que refleja la conexión profunda entre los yokot’an y la naturaleza el fruto del jícaro se corta verde, se parte por la mitad y se le extrae la pulpa. Luego se deja secar y se ahúma sobre el fogón un paso que los ancianos chontales consideran esencial para purificar el recipiente y honrar su significado sagrado.
Más Allá de un utensilio: Un símbolo de cosmovisión
En la cosmovisión yokot’an, la jícara es mucho más que un simple recipiente se cree que alberga el alma y el sentir del «yoko yinik» (hombre yokot’an). Los campesinos llevaban su pozol en jícaras durante sus jornadas de trabajo y existían jícaras exclusivas para los ancianos que los acompañaban incluso en su viaje al más allá.
Un legado vivo en la actualidad
Hoy en día sigue presente en la vida cotidiana de los tabasqueños. Se utiliza en altares de muertos, rituales y celebraciones y los artesanos de Jalpa de Méndez crean hermosas jícaras labradas que recuerdan la rica tradición cerámica de la región.
Foto: It is Mario, Embajadora Iliana Martínez Jalpa de Méndez 2024
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