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El Almirante: La historia de Humberto Achirica, el constructor de submarinos imaginarios

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Caminaba erguido por las calles de Villahermosa con su impecable uniforme blanco, galones negros en las mangas y una gorra con entorchados dignos de la más alta jerarquía naval. Para los Tabasqueños de mediados del siglo XX, Humberto Achirica Aguilar no era un hombre común era el «Almirante de la Real Marina inglesa» constructor de submarinos y misiles intercontinentales según proclamaba orgullosamente en el letrero pintado afuera de su modesta casa en la Avenida 27 de febrero.

Nacido el 29 de mayo de 1925 en tierras Tabasqueñas desarrolló una identidad alternativa que sostenía con absoluta convicción considerándose al «servicio del Almirantazgo Británico y de Su Majestad Isabel II». Sin embargo lejos de ser motivo de burla este peculiar personaje se ganó el respeto y cariño de los Villahermosinos por su extraordinaria decencia y trato exquisito.

El caballero de los inventos imposibles

«Jamás se le oyó un exabrupto, nunca una maldición» recuerdan quienes lo conocieron su impecable comportamiento contrastaba con sus fantásticas afirmaciones sobre misiles intercontinentales «con alcance de 90 mil kilómetros por hora» y otros inventos bélicos que según él contribuían paradójicamente a la paz mundial.

Distribuía volantes donde detallaba sus supuestas hazañas de ingeniería militar y saludaba militarmente a todo quien pasaba frente a su casa. Su mundo imaginario en vez de aislarlo lo conectó profundamente con la comunidad que respondía con igual respeto a sus cortesías.

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Un vínculo maternal que conmovió a Villahermosa

La relación entre Humberto y su madre, doña Clemencia Aguilar Achirica representaba la otra faceta conmovedora de su personalidad. Era común verlos caminar del brazo por la ciudad él con su uniforme de gala y ella prodigándole la ternura que sólo una madre puede ofrecer.

«Cuando aún vivía su señora madre, era común verlos llevando él de la mano a doña Clemencia quien junto con sus inventos llenaba todo su mundo«, narran las crónicas locales. Esta entrañable estampa quedó inmortalizada en un conjunto escultórico de bronce realizado por el artista Antonio Vielma Mendoza, inicialmente ubicado en la Plaza de Armas y posteriormente trasladado cerca de la biblioteca José Martí.

Del reconocimiento presidencial al arte público

Un episodio que acrecentó su leyenda ocurrió durante la visita del presidente Adolfo López Mateos a Tabasco acompañado por el gobernador Carlos Madrazo. Al pasar frente a la casa de Achirica el «Almirante» saludó con toda marcialidad al mandatario quien correspondió el gesto dejando perplejo al gobernador.

Tras su caída el 30 de noviembre de 1981, su legado como personaje emblemático de la identidad tabasqueña se consolidó. Las estatuas que lo representaban junto a su madre se convirtieron en patrimonio cultural de Villahermosa aunque lamentablemente en diciembre de 2016 la figura de doña Clemencia fue robada dejando incompleto este homenaje.

Un legado de cordura en la fantasía.

¿Estaba realmente «loco»? Quienes conversaron con él en la peluquería del maestro Vicente «Charrasca» aseguran que sus plásticas eran congruentes y fluidas. «Nada de la pretendida locura de Achirica trascendía de su plástica», señalan.

- De Interes -

Su historia representa esa delgada línea entre la fantasía y la realidad recordándonos que a veces lo que algunos llaman «locura» puede ser simplemente una forma diferente de habitar el mundo. En el caso del Almirante su mundo imaginario de submarinos y misiles convivía armoniosamente con valores muy reales: decencia, amabilidad y un profundo amor filial.

Hoy mientras Villahermosa continúa transformándose el recuerdo del Almirante Achirica navega por la memoria colectiva como símbolo de una época donde la excentricidad podía ser acogida con respeto y hasta con admiración por toda una comunidad.

Fuente: De Tabasco Soy

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